A finales de mayo de 1975, hace medio siglo, el arte visual del litoral argentino encontró en Santa Fe y Rosario tres espacios donde desplegar una visión estética enraizada en el paisaje y el rostro humano.
Tres plásticos desplegaron, hace 50 años, una mirada sensible sobre nuestra zona geográfica: paisajes, retratos y gestos pictóricos que marcaron época.
A finales de mayo de 1975, hace medio siglo, el arte visual del litoral argentino encontró en Santa Fe y Rosario tres espacios donde desplegar una visión estética enraizada en el paisaje y el rostro humano.
Las muestras de Mario Gargatagli, Rosa González Marozzini y Fernando Espino, reseñadas en su momento por el crítico Jorge Taverna Irigoyen en El Litoral, componen una instantánea valiosa de la escena plástica regional de la época.
El pintor entrerriano Mario Gargatagli presentó, en la galería El Greco —que estaba ubicada en San Jerónimo y Catamarca—, una serie de trece témperas bajo el título "Los arenales".
Se trató de paisajes del Paraná ejecutados con una paleta donde predominan ocres, amarillos y tierras, y donde el recurso expresivo se vuelve, paradójicamente, austero y elocuente.
"El autor sabe ubicar ciertos matices que dan al conjunto diversidad dentro de la unidad", escribió al respecto Taverna Irigoyen.
Gargatagli, que en años anteriores había incursionado con solvencia en composiciones más ambiciosas, parece aquí retraerse hacia una expresión más contemplativa.
El crítico observó en su texto: "Añoramos sus épocas anteriores", sin dejar de reconocer que esta elección puede obedecer "a una falta de necesidad de expresarse de otra manera".
Entre las obras destacadas figuran "Ocre y blanco", "Aromos en flor" y "Arroyo seco". En ellas, según consignó el crítico, "una soledad luminosa emerge de sus gamas sobriamente moduladas".
Y añadió que al pintor le bastan "las líneas quebradas de los arenales, la irrupción de un verde o el grisáceo azul de un atardecer, para animar el plano y darle la necesaria comunicatividad sensitiva".
También en Santa Fe, la artista paranaense Rosa González Marozzini expuso 26 retratos en grafito, donde el academicismo del dibujo no sofoca la expresión, sino que le da un marco sereno y preciso para que el rostro hable.
En tiempos en que el retrato podía ser desestimado por su apego a la figuración tradicional, Marozzini encuentra una alternativa: "transcribe los rostros dentro de una natural solución plástica", sin impostación ni énfasis vacíos.
Taverna Irigoyen rescató en su crítica el carácter psicológico de su obra. "Con un dibujo académico, firme y a la vez sensible, deja que el grafito despliegue sobre el plano ciertas connotaciones sicológicas", subrayó.
"Que, a partir de un rostro o una mirada, continúan prolongándose en la actitud del cuerpo, las manos y aun todo el aire interior que suelen irradiar algunos retratados".
Marozzini elige mirar al otro con detenimiento; la técnica es un medio y no un fin. "Su labor merece respeto y, en algunos casos, el pleno acuerdo con una técnica que no termina en sí misma y comunica un trasfondo emocional de serena sugerencia", consignó Taverna.
Mientras tanto, en la ciudad de Rosario, el pintor santafesino Fernando Espino inauguró en ese mismo mayo de 1975 una muestra individual de óleos en la Sala de la Pequeña Muestra.
Aunque sin crítica publicada de Taverna Irigoyen, El Litoral destacó el interés que la exposición generó en el público y en la crítica del sur provincial.
Espino, cuya obra se había venido consolidando en los años previos, presentó aquí una serie que ahonda en el paisaje y en la materia pictórica desde un enfoque más gestual.
En sus telas, la pincelada cobra peso y tensión, como si el terreno litoraleño se transformara en un espacio introspectivo.
Las tres muestras son reflejo de una escena artística litoraleña rica en matices, donde conviven distintas generaciones, técnicas y búsquedas.
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