Ernesto Deira: la figura humana como herida abierta
En pleno auge de la Nueva Figuración, el pintor apostó por una pintura cargada de dolor, crítica social y densidad simbólica. Su paso por Santa Fe, en 1970, lo confirma.
Fragmento de "Homenaje a Fernand Leger", de Deira. Foto: Museo Nacional de Bellas Artes
Ernesto Deira, nacido en Buenos Aires en 1928, fue un exponente de la corriente artística conocida como Nueva Figuración en Argentina. Inicialmente se formó en otras disciplinas, ajenas a las artes. Pero ingresó al mundo de la pintura gracias a la guía de Leopoldo Presas y Leopoldo Torres Agüero.
En los 60 formó con Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Rómulo Macció el grupo "Nueva figuración", que expuso en la Galería Peuser, en el Museo de Bellas Artes y en el exterior.
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La primera muestra que realizaron fue significativa. Según el Museo Nacional de Bellas Artes, síntesis de una actitud que dominó la década: "la de negar tanto la abstracción como las formas tradicionales de representación".
Básicamente, lo que deseaban estos artistas era, según la misma fuente "reintroducir la imagen del hombre en la pintura". Jorge Taverna Irigoyen se refirió a esta vertiente como una "pintura de ideas, receptora de vértigos y de estados intemporales, un intento de interpretación del hombre contemporáneo".
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Luego su obra, caracterizada por su expresividad y el énfasis en la crítica social y cultural, tuvo eco tanto en América Latina como en Europa y Estados Unidos. Deira siguió abordando nuevas técnicas hasta su muerte en París, en 1986.
Trece obras de calidad
El 5 de junio de 1970, hace 55 años, la galería santafesina El Puente, que funcionaba en 25 de Mayo 1884, habilitó una muestra de pinturas de Deira. En paralelo, Felipe Aldama expuso esculturas. Deira presentó trece pinturas en acrílico fechadas en 1939, salvo un autorretrato que procede de 1967.
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"La imagen plástica que compone con una línea libre y colores planos, grises algunos y otros de alta saturación, nos introduce en el mundo tenso y desgarrado del hombre actual", expresó El Litoral al anunciar la apertura de la muestra.
"Es una imagen fuerte, despojada de terminaciones suntuosas y efectos superficiales, que apunta con verdad y a veces con violencia, al interior de esta criatura contemporánea tan exigida por la crisis de doctrinas y sistemas", agregó.
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"Perfiles ondulantes, contrastes de rojos y violetas, de blancos y negros, nervaduras desgarradas sobre grandes fondos neutros, alcanzan por momentos la ambigüedad de una pesadilla, el misterio de un mito bíblico o una leyenda medieval", indicó luego en el anuncio.
El hombre y su soledad
El 8 de junio de 1970, el crítico Jorge Taverna Irigoyen publicó una reseña alusiva a la muestra. "Sin desvincularse de la figura como centro motor de imágenes, trató de indagar en ciertos órdenes existenciales que, partiendo de la angustia y el miedo, pueden desembocar en cualquiera de las vertientes de la alineación", afirmó.
Archivo El Litoral
"Deira es áspero, necesariamente cruel, nunca complaciente. Su imagen dramática, descarnada, intenta trascender las formas reconocibles", remarcó luego.
"El hombre anónimo, desconocido de sí mismo, es el que emerge entonces de sus telas. Un hombre que se descubre dolorosamente caricaturizado a veces o con significados vitales totalmente ajenos a su discernimiento", subrayó.
Archivo / Télam
"Deira dibuja generalmente con el color, hace jugar la línea culebreante con destreza integradora. Gamas saturadas, a veces en violentas oposiciones tonales, sirven a su imagen inconformista", puntualizó.
Y finalizó: "rojos, azules, tímbricos amarillos, grises y blancos conciliatorios, sirven a su paleta para patentizar la ruptura, el enigma, la alucinación".
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