Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Para iniciar mi reflexión de este domingo de Pentecostés les comparto una breve historia personal.
Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Para iniciar mi reflexión de este domingo de Pentecostés les comparto una breve historia personal.
En el año 1987, en la Solemnidad de Pentecostés, recibía mi ordenación sacerdotal en Polonia. Éramos veinticinco jóvenes entusiastas, dispuestos a entregar nuestras vidas a Cristo y al servicio de la Iglesia. En aquel día tan único de nuestras vidas sentimos algo misterioso, imposible de explicar. Todavía hoy experimento cómo el obispo imponía sus manos sobre mi cabeza diciendo: "Recibe el Espíritu Santo".
Desde aquel momento, pasaron ya treinta y ocho años. Parece que fuera ayer. La ordenación sacerdotal deja huellas profundas en la vida de cada sacerdote. Hoy muchos hablan del Espíritu Santo, pero... ¿saben quién es? Un ejemplo claro nos transmite San Pablo cuando llegó a Éfeso y preguntó a la comunidad: ¿Han recibido al Espíritu Santo? Y le contestaron: "Ni siquiera hemos escuchado que existe el Espíritu".
En esta Fiesta tan importante de la Iglesia me parece oportuno preguntarles, como lo hizo el Apóstol San Pablo: ¿Contamos con Él en nuestra vida cotidiana? ¿Pedimos sus dones de consejo, de sabiduría, de ciencia, de entendimiento?
Tengo mis serias dudas. Si fuera así, nuestra realidad tanto a nivel nacional, familiar y personal, debería ser distinta. No es fácil hablar del Espíritu Santo porque tiene "cierto aire de anonimato" y carece de referencias personales.
Es más fácil hablar de Dios Padre y de Dios Hijo. Sin embargo, toda la Sagrada Escritura desde la primera página de la Biblia hasta la última página del Apocalipsis habla de Él.
Así, en el versículo 2 del libro del Génesis leemos: "(…) Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra estaba desierta y sin nada, y las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas". De esta forma el autor, inspirado, nos dice que toda la creación es la obra del Espíritu Santo que todo lo crea y recrea.
¿Quién es el Espíritu Santo, sigo reflexionando? Cada uno tendrá sus referencias, pero la mejor descripción que yo he encontrado hasta el día de hoy, es la de San Juan que nos dice: "No se sabe ni de dónde viene ni a dónde va".
El Espíritu Santo se manifiesta, actúa. ¿Dónde? En todas las realidades: ¿Actúa en la política? Sí. ¿Usted lo ve? A veces es más fácil ver su ausencia que su presencia. ¿Actúa en la economía? ¿De verdad? ¿Actúa en el Congreso, en los legisladores, en sus conductas a veces poco apropiadas? Sí. Si está en el mundo entero, debe estar en todo, aunque a veces no lo percibimos con tanta claridad.
San Pablo sale a nuestro encuentro y en su Carta a los Gálatas nos ofrece unos criterios verdaderamente preciosos y contundentes, diciendo: "Es fácil ver lo que viene de la carne; odios, resentimientos, celos y violencia, ambiciones, divisiones y envidias, orgullo, soberbia. En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad, dominio de sí mismo".
Ahora bien, si observamos nuestra realidad cotidiana familiar, social y nacional debemos admitir que nuestra Patria Argentina no está bien, necesita un aire nuevo, un soplo del Espíritu Santo porque muchas "estructuras corruptas" deben ser renovadas, muchos corazones deben ser transformados, muchas actitudes deben ser mejoradas. Nuestra Iglesia necesita de un Nuevo Pentecostés, porque hay muchos esquemas pastorales que hoy quedaron obsoletos. Nos hace falta un nuevo dinamismo misionero.
Tristemente, en muchos casos, a la Iglesia la hemos convertido en un lugar de culto, olvidándonos del compromiso social y la actitud profética propia de cada cristiano. Nos callamos ante tantos atropellos, escándalos, robos y actos de delincuencia. Guardamos silencio cuando deberíamos actuar. Algo nos paraliza y esto no es bueno.
¿Será que invocamos poco al Espíritu Santo? En conclusión: los invito a vivir profundamente el mensaje de esta Fiesta de Pentecostés, porque sin el Espíritu Santo, el Evangelio es letra muerta; la Iglesia, pura organización; la misión, pura propaganda; el culto, mero recuerdo. Que Dios nos bendiga.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.